Era una tarde de septiembre de 1956, cuando D. Luis, el
Boticario, fue en un taxi a la Estación de Mora a recibir a un amigo muy
especial. Del tren se apearon varias personas, entre ellas un apuesto joven de
treinta y tres años con varias maletas. Era él, se reconocieron al instante, se
dieron un afectuoso abrazo y desde la Estación se dirigieron a la masía de la
Casa Nueva del barrio Los Campillos; lugar que sería su hogar a partir de
entonces y donde iniciaría su nueva vida y profesión: impartir clases como
maestro rural; este hombre era Don Eladio Corbalán Sánchez.
El Barrio de los Campillos, se halla situado en una zona
llana en el Noroeste de Mora, al pie de la Sierra. Unas suaves alineaciones
montañosas lo separan por el Sur del Barrio de Las Barrachinas; al Este limita
con el Río Mora y la zona de las Tosquillas, y al Oeste con el término municipal
de Cabra de Mora.
El Barrio incluye las
masías de: La Olmedilla, La Casica, Las Lumbrarias, La Lupia, La Tosquilla de
Arriba, del Medio y de Abajo, Mas de Abajo, La Casa Nueva, La Parra, Masía Vieja, El Palomar, Las Casas de Arriba y de Abajo, Mas
de Enmedio y La Casa Blanca. Según los datos del padrón municipal de 1955,
contaría con unos 105 habitantes aproximadamente.
El que llegase D. Eladio a esta zona como docente fue a
consecuencia de la gestión llevada a cabo por Miguel Fuertes. Miguel, era el
masovero de La Casa Nueva, a la vez que concejal del Ayuntamiento de Mora. Con el
apoyo de otros padres del Campillo consiguieron que se creara una “Escuela Volante”
y fuera incluida en la llamada “lucha contra el analfabetismo rural”, batalla
que se libraba en aquel entonces por estos territorios. Antes que él, hubo dos
maestras, Dª. Amparito y Dª. Rosario, que no se adaptaron a ese lugar y
solamente impartieron un curso cada una.
¿Y quién era D. Eladio?, pues bien, sabemos que nació en el
año 1923, en El Val, una aldea del Rincón de Ademuz, provincia de Valencia. Era
el menor de cuatro hermanos. Sus padres se trasladaron a vivir a Madrid para
poder dar estudios a sus hijos. Su profesión le venía de tradición, ya su padre
era maestro. Así, inició sus estudios de bachiller en Madrid, que tuvo que
interrumpir por la Guerra Civil. A pesar de las circunstancias no desistió y
así, continuó sus estudios “por libre”, se presentó a examen en Teruel donde también
aprobó las oposiciones de Magisterio, que se preparó con la ayuda de su hermano
Felipe, quien ejercía ya de maestro en Fortanete. Antes de ir al Campillo,
estuvo un curso en Oliete, después hizo una sustitución en Teruel impartiendo
clases a un grupo de etnia gitana. Esta experiencia fue muy positiva en su trayectoria
docente.
Para él, la educación era fundamental en el desarrollo de las
zonas rurales; y sobre todo, para sus habitantes a quienes se les ofrecía la
posibilidad de mejorar y progresar. Fue un maestro vocacional, disfrutaba
enseñando y se implicaba mucho en la formación, educación y el porvenir de sus
alumnos. Era un hombre muy sensible y educado, con cierto atractivo físico, que
vestía con elegancia, casi siempre jersey de punto y corbata; sus alumnos
recuerdan de manera entrañable, su guardapolvo azul. Pero ante todo, si hay una
cosa que distinguía a D. Eladio, era la importancia que otorgaba a ser educado,
respetuoso con todas las personas y por supuesto, con sus alumnos.
Una de sus aficiones era la música, tocaba el laúd, con este
instrumento participaba en los Bureos que
se celebraban en las masías. Completamente adaptado a ese ambiente, disfrutaba de las tradiciones y de sus gentes.
Se preocupó mucho por la formación de sus alumnos. Hubo dos
generaciones que se formaron inicialmente con él, entre ellos hoy podemos
contar con: dos médicos, un ingeniero, una técnico-agrícola, una abogada y una
maestra. Otros no estudiaron carreras universitarias pero sí pudieron mejorar
su educación. Dos alumnos del Campillo aprobaron el ingreso en la Policía
Nacional y uno en la Guardia Civil, e incluso, posteriormente, les brindó su
apoyo para mejorar de rango. Se puede decir que a todos sus alumnos, el hecho
de poder aprender a leer, escribir y adquirir unos mínimos, pero importantes
conocimientos, les ayudó muchísimo a lo largo de toda su vida.
¿Y cómo era esta escuela del Campillo? La escuela se hallaba
en la planta baja de la masía, era una sala grande, enjalbegada, con una ventana
al descubierto que iluminaba la habitación. También contaba con dos alcobas
pequeñas, en una de ellas se guardaba el material escolar. En la clase habían pupitres
de madera donde se sentaban dos alumnos juntos; al fondo, la mesa del maestro y
detrás, una enorme pizarra; a un lado, una estufa de leña que además de dar
calor los días de invierno servía para preparar la leche en polvo que repartía
a sus alumnos en el recreo; también les daba unos “cuadrados” de queso, un
aporte importante de calcio en aquellos años cuando escaseaban ciertos
alimentos.
En La Casa Nueva, daba clase a los más pequeños por la mañana
y a los mayores por la tarde-noche, en total unos treinta niños y niñas de
diferentes edades. También venían a la escuela desde Las Barrachinas, Casa de
Chuliver, e incluso algún niño desde Mora, que se quedaba interno toda la
semana en la Casa Nueva.
Escuela en La Casa Nueva |
Los niños llevaban sus pizarrines, cuadernos y lápices; los
libros y el resto del material entraban en la dotación correspondiente a esa
escuela, que les proporcionó el Ministerio de Educación. Además, D. Eladio,
llevó libros y enciclopedias propias que él tenía de uso particular. De hecho,
la enciclopedia Álvarez comenzó a utilizarse en esos años. Un mismo libro englobaba
diversas materias: desde la Historia Sagrada a Ciencias de la Naturaleza,
Lengua Española, Aritmética, Geometría e Historia de España.
Una alumna, Balbina Catalán, recuerda una anécdota muy
simpática cuando otro compañero salió a
la pizarra a realizar un problema de matemáticas; hizo una división donde le
salieron más ceros de los que tenía el resultado. D. Eladio le dijo: “creo que
te sobran varios ceros en esta operación, repásala bien”. El niño no lo pensó
demasiado, restregó la manga de la chaquetilla por la pizarra y borró las últimas
cifras del resultado… ¡Problema solucionado!
Algunos alumnos tenían dificultades al aprenderse las tablas
y cometían algunas faltas de ortografía, pero ante todo, él reconocía el
esfuerzo de estos niños que tenían que compaginar sus estudios con las tareas
del campo y aun así, siempre, acudían a la escuela aunque hiciera mucho frío o
nevara. Algunos niños hacían los deberes que él les mandaba por los ribazos
mientras guardaban el ganado.
Escuela en Mora de Rubielos |
Después de dar clases en La Casa Nueva tuvo la ocasión de
irse de maestro a Teruel, pero prefirió quedarse en Mora. Durante nueve años
dio clases de educación primaria durante el día y por la tarde-noche daba
clases a un grupo reducido de alumnos para que obtuvieran el título de
Bachiller Elemental, y así no tuvieran que marcharse siendo tan pequeños a
estudiar a otros colegios. Aquí tuvo de compañeros a D. Antonio Blasco y a D.
Francisco Martín Sebastián y de compañeras a Dña. Asunción, a Dña. María y a Dña. Carmen
Añoveros.
En el año 1959 se casó con Ángeles Fuertes, hija de Miguel y Ángela. Tuvo tres hijas, las dos hijas mayores
nacieron en Mora y la pequeña en Teruel, dos de ellas actualmente se dedican a
la docencia. En 1963 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Mora hasta 1968.
Participó en el Concurso de traslados de Maestros y pidió plaza en Barcelona,
año 1968. Allí fue maestro en dos colegios: en S. Antonio María Claret y en el
Víctor Catalá, en el cual se jubiló a los 65 años habiendo disfrutado con su
trabajo, sus alumnos y sus compañeros, con algunos de los cuales entabló una fuerte amistad.
Durante muchos años, pasó sus vacaciones de verano en Mora,
pueblo por el que sentía un gran amor, ya que allí estaba parte de su familia,
habían nacido sus hijas y tenía muchos amigos y ex-alumnos. Nunca perdió su
vinculación con el pueblo, el mismo verano anterior a su fallecimiento, aun
estando ya enfermo, subió un fin de semana a Mora para participar en una gran
comida familiar.
Después de su jubilación siguió viviendo en Barcelona, pero
pasados unos años repartió su tiempo entre Barcelona y Benicasim. Finalmente, acabó
viviendo definitivamente en Benicasim, donde falleció el 3 de diciembre del
2013, a la edad de 90 años.
Mi agradecimiento a su hija Lola.
Primer Premio Concurso Literario
“Fiestas de San Miguel 2018”
Mª Pilar Ventura Catalán
Excelente relato, que ya habia leido en el programa de fiestas.
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