Hasta las profundas transformaciones sufridas por el mundo rural durante los años sesenta, los pastores eran contratados por los masoveros (medieros) para cuidar el ganado de las masías; éstos les proporcionaban alojamiento y corrían también con los gastos del jornal y manutención, independientemente de que el ganado fuera propiedad del amo de la masía o de ambos.
Miguel Antonio Tomás Villanueva |
La dureza de vida
de la que hablamos, queda reflejada en el dicho: "Los pastores no son
hombres, que son animales; de día por las canteras y de noche por los
corrales".
Frecuentemente cambiaban de masada, el cambio era costumbre realizarlo el día
de San Pedro Mártir (29 de junio); lo hacían siempre y cuando tuvieran
problemas con el trabajo o los dueños de la masía estuvieran descontentos.
En el rebaño
podían llevar sus propias ovejas o cabras; a éstas las llamaban:
"ahorras". Incluyendo las ahorras, el pastor guardaba el ganado con
mucha más ilusión.
Cada día solían frecuentar diferentes lugares; es bueno para el ganado cambiar
de pastos, esto les aumenta el apetito; cuanto más hierba coman, mejor leche y
más buena. Pero no todas hierbas son comestibles, hay unas peligrosas llamadas,
"hierbas lecheras" y los "agrillos", con los que se cuaja
la leche y se vuelve agria.
En las largas
horas de soledad, el perro era su único compañero y su mejor colaborador en el
trabajo. Hasta mediados de los 40, se utilizó el perro de caza, y a partir de
estas fechas, apareció el perro del ganado. Su adiestramiento era fácil; desde
muy pequeños les tiraban piedras para que fueran a recogerlas y les hacían
jugar con los cordericos, cuando alguno se separaba del rebaño, inmediatamente
notaban su ausencia y salían en su busca.
Siendo que la cabaña
ovina era muy extensa, y por lo tanto, muy grande la presión sobre los pastos,
las posibilidades de alumbramiento de las ovejas se limitaban a una vez al año
(octubre-noviembre). Actualmente, al estar mejor alimentadas (mayor
disponibilidad de pastos, existencia de piensos compuestos...), pueden tener dos
crías.
En su peregrinar por las distintas zonas de pasto, el sol era su único medio de
orientación horaria. Así mismo, observaban el ciclo lunar para predecir el
tiempo y realizar los distintos trabajos. La fase más utilizada era el menguante,
una de las tareas efectuadas en el mismo era el esquilo.
A principios de
verano se esquilaba al ganado. Sólo se hacía una vez al año; el efectuarlo en
menguante obedecía a la creencia de que en este periodo la lana no crece tan
deprisa. La lana se repartía en partes iguales entre el mediero y el masovero.
Tras el esquilo,
las mujeres limpiaban la lana y la llevaban a las fábricas de tejidos de Mora
(de los Tintoreros, de Román Aranda...)
A cambio se obtenía género confeccionado (mantas de cama, mantas de pastor,
mandiles, bayetas, bufandas...) e hilo con el que elaboraban jerséis y
calcetines. Para tejer estos últimos se utilizaban principalmente un hilo de
lana parda muy torcido (cordellate), muy resistente y duradero; aunque el
pastor rompía muchos pares de calcetines, pues su único calzado eran las
albarcas, con las que quedaba el pie desprotegido. Las mantas de pastor, de
cuadros pardos y negros, constituían una de las piezas claves de su
indumentaria; con una largura de aproximadamente 2,5 m., y una anchura de 0,9
m, servían para cubrirlos totalmente, protegiéndoles del frío y de la lluvia.
Muchas de ellas tenían también un "cujón" en el extremo, en el que
llevaban la merienda.
Los pastores se confeccionaban sus propias herramientas de trabajo. Para
realizar el zurrón, utilizaban piel de cabra. La curtían echándole sal, la
"sobaban" y, finalmente, le ponían aceite para engrasarla.
Posteriormente, la cosían.
Normalmente, la
madera utilizada para fabricar el garrote era de olmo, por ser más fuerte y flexible,
aunque la de latonero era la de mejor calidad, pero más escasa. Para que
adquiriese el mango la forma adecuada, la rama se doblaba y se ataba; de este
modo, la metían entre las cenizas del fuego, dejándola unos diez minutos, o la
colocaban dentro del estiércol unos quince o veinte días. También fabricaban
instrumentos musicales, como dulzainas y flautas.
Enfermedades y
modo de curación
Los pastores y masoveros para curar las dolencias del ganado, recurrían a
remedios caseros tradicionalmente aprendidos de padres a hijos; si bien, cuando
éstos se mostraban ineficaces, sucedía lo irremediable o bien se hacía
necesaria la intervención de un especialista, por lo que algunos masoveros
estaban "conducidos" al veterinario pagando una cuota anual.
Entre las
enfermedades más comunes tratadas por los masoveros, destacamos las siguientes:
Nubes en el ojo: Cuando una oveja tenía molestias en los ojos y n podía ver, efectuaban
la siguiente operación; le mordían en la oreja hasta que saliera sangre,
después se la metían tres veces seguidas al ojo enfermo; al cabo de unos días
podía ver perfectamente.
Roturas: La
parte afectada la entablillaban y luego la vendaban. Cada uno tenía su forma de
entablillar, una de ellas era ésta; le quitaban la corteza a un pequeño tronco
de enebro y la acoplaban en la rotura; después de vendarlo permanecía así unos
veinte días si la luna estaba en creciente y unos treinta o cuarenta, si era
menguante.
Hiel inflamada:
La desinflamación de la hiel se solucionaba dándoles de beber en un biberón o
una botella, una hierba hervida en agua llamada "hierba eleguera".
Tumor: (Galapón):
Lo extraían con un objeto punzante sacando el "pus"; una vez
terminada la operación desinfectaban la herida con lejía o "zotal"
(un desinfectante fungicida y microbicida).
Embadallar:
Cuando una oveja se hinchaba por comer malas hierbas, por estar éstas mojadas
o, simplemente, por haberlas ingerido con avaricia, para evitar que se
reventaran, se les colocaba un palo entre los dientes con unos escotes a los lados
a los que se les ataba una cuerda pasándola por detrás del cuello del animal.
Así podían expulsar los gases.
Picaduras: Por
ejemplo en el "braguero": Se frotaba un instrumento de acero o
también una cornamenta de ciervo.
Desinfección de heridas: Aceite de enebro era lo que más se utilizaba para
desinfectar las heridas.
A las ovejas que
tenían excesiva sangre, les practicaban una hemorragia. Debajo del ojo les
hacían un pequeño corte y extraían la sangre que creían conveniente.
Superstición y
creencias
El 29 de Junio, día de San Pedro Mártir, única festividad de los pastores por
ser su patrón; tenían por costumbre asistir a la Santa Misa, en la que se
bendecía: ruda, romero, trabina...Con estas plantas, posteriormente se hacían
cruces que se colocaban en los interiores de las casas, corrales, puertas
exteriores y a veces, dentro de los "cencerros" de los corderos. Se
pensaba que proporcionaban buena suerte en el lugar donde se encontraban,
protegiendo a las personas y animales de maldiciones, mal de ojo y de las
tormentas.
El día de San Juan, antes de salir el sol les daban sal a las ovejas, ellos se
lavaban con agua puesta a serenar durante la noche (después de salir el sol,
dicen que se lavaban los sarnosos) y se comían un ajo picante para que no
picara ningún bicho. En alguna ocasión los efectos saludadores del agua los
probaron con el ganado, siendo peor el remedio que la enfermedad tal como pudo
comprobar un pastor:
-Este tenía cabras
sarnosas y el día de San Juan se le ocurrió meterlas a una balsa, casi se le congelan
de frío.
La sarna también constituía un peligro para las personas, como prevención
utilizaban lana de oveja negra en los colchones.
Por los montes y
caminos, los pastores suelen encontrar piedras con un agujerico; que recogen y
depositan en los corrales. Ellos creen que da buena suerte y evita que nazcan
ovejas "modorras" (ovejas trastornadas o locas. El origen del trastorno
se debe a que nacen con la masa encefálica disuelta). Las piedras se las han de
encontrar sin buscarlas y tiene que ser en día festivo.
Para proteger al rebaño, era frecuente llevar en el mismo una "oveja
bendita". Su madre tenía que ser totalmente negra y ella igual; desde que
nacía hasta que se moría no se le hacía absolutamente nada.
Siempre que se extraviaba una oveja, con el fin de evitar que fuera atacada por
la zorra o sufriera algún otro percance, se solía recurrir a San Antonio Abad;
para ello se "echaba el responso", es decir, se recitaba una oración
en la que se invocaba la protección del Santo. Era necesario decirla todos los
días, mientras el animal estuviera perdido e inmediatamente después de que se
detectase su falta, ya que durante todo el tiempo en que el animal anduviera
vagando sin la protección del responso, estaba sometido a todo tipo de
peligros. A continuación recogemos dos de los responsos más utilizados; del
primero de ellos ofrecemos una de las múltiples variantes conocidas.
San Antonio bendito
flores cogidas
supliquemos sobre bien
que las cosas perdidas
sean por vos aparecidas
delante de Dios amén.
Antonio divino y santo
que para Roma partiste
y con Cristo te encontraste
y tres cosas le pediste
y tres te pido yo:
-Lo olvidado, acordado.
-Y de un falso testigo, seamos librados.
A parte de estas
oraciones protectoras, los pastores solían dirigir a la zorra una especie de
maldición, que decía así:
El responso la zorra,
Sí se pierde, que se joda.
-Trabajo realizado en el Aula de Adultos en Mora
de Rubielos (Mercedes Lafuente, Pilar Vidal, Ester Montolío y Pili Ventura).
Agradecemos la información facilitada por Miguel
Antonio Tomás Villanueva, Miguel Fortea Nevot, Román Aranda, Maximino Vidal,
Elvira Catalán Mor, Pilar Villanueva Escriche y Pilar Alcalá.
Para cuando ese esperado libro????
ResponderEliminarEsta pregunta me la hago yo. Queda poco por hacer, espero algún día poder pasar esas páginas de este libro que comenzamos hace muchos años.
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