miércoles, 21 de mayo de 2014

El ocaso de la vida pastoril




Hasta las profundas transformaciones sufridas por el mundo rural durante los años sesenta, los pastores eran contratados por los masoveros (medieros) para cuidar el ganado de las masías; éstos les proporcionaban alojamiento y corrían también con los gastos del jornal y manutención, independientemente de que el ganado fuera propiedad del amo de la masía o de ambos.
Miguel Antonio Tomás Villanueva
 La vida del pastor era dura y difícil; además de soportar las inclemencias del tiempo debían permanecer alejados de sus pueblos y familias sin tener una estancia estable. Salían a guardar el rebaño por la mañana temprano y regresaban al atardecer. Cuando llegaba la época estival se trasladaban a la Sierra; pasaban menos calor y tenían más pasto y de mejor calidad (de San Juan hasta la Virgen de la Vega). Siempre dormían en los mismos corrales que el ganado; ya que estaban muy lejos de la masada y no podían regresar.
La dureza de vida de la que hablamos, queda reflejada en el dicho: "Los pastores no son hombres, que son animales; de día por las canteras y de noche por los corrales".
     Frecuentemente cambiaban de masada, el cambio era costumbre realizarlo el día de San Pedro Mártir (29 de junio); lo hacían siempre y cuando tuvieran problemas con el trabajo o los dueños de la masía estuvieran descontentos.
En el rebaño podían llevar sus propias ovejas o cabras; a éstas las llamaban: "ahorras". Incluyendo las ahorras, el pastor guardaba el ganado con mucha más ilusión.
     Cada día solían frecuentar diferentes lugares; es bueno para el ganado cambiar de pastos, esto les aumenta el apetito; cuanto más hierba coman, mejor leche y más buena. Pero no todas hierbas son comestibles, hay unas peligrosas llamadas, "hierbas lecheras" y los "agrillos", con los que se cuaja la leche y se vuelve agria.
En las largas horas de soledad, el perro era su único compañero y su mejor colaborador en el trabajo. Hasta mediados de los 40, se utilizó el perro de caza, y a partir de estas fechas, apareció el perro del ganado. Su adiestramiento era fácil; desde muy pequeños les tiraban piedras para que fueran a recogerlas y les hacían jugar con los cordericos, cuando alguno se separaba del rebaño, inmediatamente notaban su ausencia y salían en su busca.
Siendo que la cabaña ovina era muy extensa, y por lo tanto, muy grande la presión sobre los pastos, las posibilidades de alumbramiento de las ovejas se limitaban a una vez al año (octubre-noviembre). Actualmente, al estar mejor alimentadas (mayor disponibilidad de pastos, existencia de piensos compuestos...), pueden tener dos crías.
     En su peregrinar por las distintas zonas de pasto, el sol era su único medio de orientación horaria. Así mismo, observaban el ciclo lunar para predecir el tiempo y realizar los distintos trabajos. La fase más utilizada era el menguante, una de las tareas efectuadas en el mismo era el esquilo.
A principios de verano se esquilaba al ganado. Sólo se hacía una vez al año; el efectuarlo en menguante obedecía a la creencia de que en este periodo la lana no crece tan deprisa. La lana se repartía en partes iguales entre el mediero y el masovero.
Tras el esquilo, las mujeres limpiaban la lana y la llevaban a las fábricas de tejidos de Mora (de los Tintoreros, de Román Aranda...) 
     A cambio se obtenía género confeccionado (mantas de cama, mantas de pastor, mandiles, bayetas, bufandas...) e hilo con el que elaboraban jerséis y calcetines. Para tejer estos últimos se utilizaban principalmente un hilo de lana parda muy torcido (cordellate), muy resistente y duradero; aunque el pastor rompía muchos pares de calcetines, pues su único calzado eran las albarcas, con las que quedaba el pie desprotegido. Las mantas de pastor, de cuadros pardos y negros, constituían una de las piezas claves de su indumentaria; con una largura de aproximadamente 2,5 m., y una anchura de 0,9 m, servían para cubrirlos totalmente, protegiéndoles del frío y de la lluvia. Muchas de ellas tenían también un "cujón" en el extremo, en el que llevaban la merienda.
     Los pastores se confeccionaban sus propias herramientas de trabajo. Para realizar el zurrón, utilizaban piel de cabra. La curtían echándole sal, la "sobaban" y, finalmente, le ponían aceite para engrasarla. Posteriormente, la cosían.
Normalmente, la madera utilizada para fabricar el garrote era de olmo, por ser más fuerte y flexible, aunque la de latonero era la de mejor calidad, pero más escasa. Para que adquiriese el mango la forma adecuada, la rama se doblaba y se ataba; de este modo, la metían entre las cenizas del fuego, dejándola unos diez minutos, o la colocaban dentro del estiércol unos quince o veinte días. También fabricaban instrumentos musicales, como dulzainas y flautas.

Enfermedades y modo de curación

     Los pastores y masoveros para curar las dolencias del ganado, recurrían a remedios caseros tradicionalmente aprendidos de padres a hijos; si bien, cuando éstos se mostraban ineficaces, sucedía lo irremediable o bien se hacía necesaria la intervención de un especialista, por lo que algunos masoveros estaban "conducidos" al veterinario pagando una cuota anual.
Entre las enfermedades más comunes tratadas por los masoveros, destacamos las siguientes:

Nubes en el ojo: Cuando una oveja tenía molestias en los ojos y n podía ver, efectuaban la siguiente operación; le mordían en la oreja hasta que saliera sangre, después se la metían tres veces seguidas al ojo enfermo; al cabo de unos días podía ver perfectamente.
Roturas: La parte afectada la entablillaban y luego la vendaban. Cada uno tenía su forma de entablillar, una de ellas era ésta; le quitaban la corteza a un pequeño tronco de enebro y la acoplaban en la rotura; después de vendarlo permanecía así unos veinte días si la luna estaba en creciente y unos treinta o cuarenta, si era menguante.
Hiel inflamada: La desinflamación de la hiel se solucionaba dándoles de beber en un biberón o una botella, una hierba hervida en agua llamada "hierba eleguera".
Tumor: (Galapón): Lo extraían con un objeto punzante sacando el "pus"; una vez terminada la operación desinfectaban la herida con lejía o "zotal" (un desinfectante fungicida y microbicida).
Embadallar: Cuando una oveja se hinchaba por comer malas hierbas, por estar éstas mojadas o, simplemente, por haberlas ingerido con avaricia, para evitar que se reventaran, se les colocaba un palo entre los dientes con unos escotes a los lados a los que se les ataba una cuerda pasándola por detrás del cuello del animal. Así podían expulsar los gases.
Picaduras: Por ejemplo en el "braguero": Se frotaba un instrumento de acero o también una cornamenta de ciervo.
Desinfección de heridas: Aceite de enebro era lo que más se utilizaba para desinfectar las heridas.
A las ovejas que tenían excesiva sangre, les practicaban una hemorragia. Debajo del ojo les hacían un pequeño corte y extraían la sangre que creían conveniente.

Superstición y creencias

     El 29 de Junio, día de San Pedro Mártir, única festividad de los pastores por ser su patrón; tenían por costumbre asistir a la Santa Misa, en la que se bendecía: ruda, romero, trabina...Con estas plantas, posteriormente se hacían cruces que se colocaban en los interiores de las casas, corrales, puertas exteriores y a veces, dentro de los "cencerros" de los corderos. Se pensaba que proporcionaban buena suerte en el lugar donde se encontraban, protegiendo a las personas y animales de maldiciones, mal de ojo y de las tormentas.
     El día de San Juan, antes de salir el sol les daban sal a las ovejas, ellos se lavaban con agua puesta a serenar durante la noche (después de salir el sol, dicen que se lavaban los sarnosos) y se comían un ajo picante para que no picara ningún bicho. En alguna ocasión los efectos saludadores del agua los probaron con el ganado, siendo peor el remedio que la enfermedad tal como pudo comprobar un pastor:
-Este tenía cabras sarnosas y el día de San Juan se le ocurrió meterlas a una balsa, casi se le congelan de frío.
     La sarna también constituía un peligro para las personas, como prevención utilizaban lana de oveja negra en los colchones.
Por los montes y caminos, los pastores suelen encontrar piedras con un agujerico; que recogen y depositan en los corrales. Ellos creen que da buena suerte y evita que nazcan ovejas "modorras" (ovejas trastornadas o locas. El origen del trastorno se debe a que nacen con la masa encefálica disuelta). Las piedras se las han de encontrar sin buscarlas y tiene que ser en día festivo.
     Para proteger al rebaño, era frecuente llevar en el mismo una "oveja bendita". Su madre tenía que ser totalmente negra y ella igual; desde que nacía hasta que se moría no se le hacía absolutamente nada.
     Siempre que se extraviaba una oveja, con el fin de evitar que fuera atacada por la zorra o sufriera algún otro percance, se solía recurrir a San Antonio Abad; para ello se "echaba el responso", es decir, se recitaba una oración en la que se invocaba la protección del Santo. Era necesario decirla todos los días, mientras el animal estuviera perdido e inmediatamente después de que se detectase su falta, ya que durante todo el tiempo en que el animal anduviera vagando sin la protección del responso, estaba sometido a todo tipo de peligros. A continuación recogemos dos de los responsos más utilizados; del primero de ellos ofrecemos una de las múltiples variantes conocidas.

                             San Antonio bendito
                             flores cogidas
                             supliquemos sobre bien
                             que las cosas perdidas
                             sean por vos aparecidas
                             delante de Dios amén.

                            Antonio divino y santo
                            que para Roma partiste
                            y con Cristo te encontraste
                            y tres cosas le pediste
                            y tres te pido yo:
                           -Lo olvidado, acordado.
                           -Y de un falso testigo, seamos librados.

A parte de estas oraciones protectoras, los pastores solían dirigir a la zorra una especie de maldición, que decía así:

                            El responso la zorra,
                           Sí se pierde, que se joda.

-Trabajo realizado en el Aula de Adultos en Mora de Rubielos (Mercedes Lafuente, Pilar Vidal, Ester Montolío y Pili Ventura).
Agradecemos la información facilitada por Miguel Antonio Tomás Villanueva, Miguel Fortea Nevot, Román Aranda, Maximino Vidal, Elvira Catalán Mor, Pilar Villanueva Escriche y Pilar Alcalá. 



2 comentarios:

  1. Para cuando ese esperado libro????

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  2. Esta pregunta me la hago yo. Queda poco por hacer, espero algún día poder pasar esas páginas de este libro que comenzamos hace muchos años.

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