Son las cinco de la tarde, miércoles, por la calle Larga nos
dirigimos al Cerrito en busca de la calle El Sol, Juan Boné no espera en el
portal de su casa, hace unos años era “La casa del barbero”.
Desde El Cerrito se contemplan bonitos rincones adornados de geranios
y parras que trepan por las fachadas, las calles están tranquilas, algún gato
se pasea sigilosamente, el silencio es inminente.
Juan nació en la masía del Osal en el año 1929, a lo largo del
tiempo son varios los oficios que ha desempeñado, agricultor, pelar pinos , esquilar
ganado a tijera y barbero; éste último cabe destacar por ser un oficio que se
ha ido perdiendo a lo largo de las últimas décadas, tal vez por las nuevas
tecnologías de hoy en día.
Antiguamente la barbería estaba en la calle del Horno, en
casa de Sergio, él era el practicante del pueblo, asistía en los partos, te
sacaba una muela o dos, las que hicieran falta y además, también era el barbero
del pueblo, afeitaba y cortaba el pelo.
Juan tenía unos 12 años, junto con otros muchachos acudía a
casa de Sergio para aprender el oficio de barbero. Su servicio era el de
ayudante, a la vez que aprendía le echaba una mano a Sergio, pues los fines de
semana la clientela era numerosa, todos mozos quería ponerse guapos.
Le ayudaba los viernes por la tarde, el sábado todo el día y
el domingo hasta después de misa. La función de Juan, era la de remojar la
barba. Con una brocha empapada en jabón espumoso y agua, la extendía por toda
la barba, de esta forma el jabón lubricaba la piel y en el momento del afeitado
la navaja se deslizaba mejor protegiendo de cortes e irritaciones. Algunos
clientes, venían con barbas de tres semanas, el remojar era muy importante y la
navaja bien afilada para poder doblegar pelos tan resistentes. Una vez las
barbas estaban remojadas, el cliente pasaba al sillón donde Sergio lo esperaba
con la navaja de afeitar y así finalizaba la operación.
¿Después del afeitado utilizaban alguna loción, colonia o
masaje?
"El masaje que lo de la mujer en casa" Esta frase de Juan nos
hizo reír muy a gusto.
A los 15 años, Juan, también se dedicó al esquilo, aprendió
este oficio con el Tío Nelo, y con el abuelo Baltasar.
El esquilo se iniciaba el 1 de junio en el pueblo de Caudiel
(Castellón), después El Pobo y Ababuj, los traslados los hacían andando, 10 y
12 horas de camino, terminaban en Valdelinares para el 25 de julio, así de
regreso a Nogueruelas hacían escala en Linares de Mora para celebrar las
fiestas patronales en honor a Santa Ana.
Pasaban la noche en la masada donde se realizaba el esquilo,
teñadas o pajares, la comida la facilitaban los que encargaban el servicio.
Sergio, después vivir unos años en Nogueruelas se trasladó a
Alfambra, lo recuerdan como una gran persona a la cual todo el pueblo apreciaba
mucho por su labor profesional.
Juan, después de contraer matrimonio con Isabel, se trasladó
a vivir a la calle del Sol Nº 1, donde fundó su propia barbería y peluquería, su
dedicación era a ratos, más bien por las tardes al terminar las tareas
agrícolas.
En aquella época muchos eran los hombres que iban a la
barbería, un corte de pelo en el año 1941-42 costaba aproximadamente unos 50cts.
Los que se afeitaban pagaban una “iguala” (cuota anual que permitía afeitarse
una vez por semana durante un año), el corte de pelo se pagaba en el momento de realizarlo.
Durante casi todo el siglo XX las peluquerías fueron sólo
para hombres o sólo para mujeres, ahora son mixtas. Las barberías se
convirtieron en peluquerías. Nos cuenta Juan, que en los últimos años se dedicó
más a cortar el pelo, con el progreso casi todos vecinos tenían en su casa una
máquina de afeitar, permitiendo un afeitado rápido y cómodo, aunque no un
afeitado tan apurado y tan perfecto como la navaja del barbero ¡Y qué pulso más
preciso!
Cuando veas las barbas
de tu vecino afeitar pon las tuyas a remojar Refranero Español
La barbería era centro público de reunión, lugar en donde se contaban las noticias y chascarrillos que
pasaban durante la semana, incluso se realizaba hasta algún negocio de compra y venta.
Juan abre un armario de madera colgado en la pared de su entrada y nos muestra con nostalgia y
cariño sus instrumentos de trabajo, la brocha, la navaja, el peine… etc. Los
que le conocen dicen que sus manos manejaban la navaja con buen pulso y
precisión y las tijeras con una gran destreza.
Por el año 2010, Juan dejó de prestar este servicio, aunque
siempre se colaba algún familiar o algún vecino para que le rasurara un poco el
pelo.
Le preguntamos si había alguna moda a seguir en los cortes de
pelo, nos dice que no, los muy mayores al raso, muy punchoso, lo más jóvenes
con la raya al lado o peinado hacia atrás, no muy corto.
Conversar con Juan, en ese banco de piedra sentados y en un
rincón tan acogedor ha sido una tarde muy entrañable, que hemos querido
expresar con estas palabras.
-
¡Juan!
Nos vamos, muchas gracias por estos momentos y nos vemos pronto.
Nuestro agradecimiento a: Juan Boné Boné
Textos y fotos: Mª Pilar Ventura Catalán y Otilia García Zafón. Socias nº314 y 313.
Gracias, Pili, por publicar relatos como este.
ResponderEliminarNo nos damos cuenta de que el tiempo va pasando hasta que se nos ha ido alguien cargado de experiencia y sabiduria. Y entonces nos arrepentimos de no haber compartido más tiempo con él.
Tú has tenido esa visión y la iniciativa de conservar, en el papel
lo que está destinado a irse con el tiempo.
Salud que tengas para seguir tu camino. Caminante.