jueves, 1 de octubre de 2015

....de camino a Cabra de Mora


La meteorología de este domingo de principios de primavera, es de pronóstico reservado, un 80% de precipitaciones en el sureste de Teruel. Nuestro optimismo mejora al saber que la lluvia aparecerá a partir de las 11:00 de la mañana. La excursión no se suspende, son las 09:00h, en el lugar de costumbre y 18 senderistas nos dirigimos  a Cabra de Mora, nuestro pueblo vecino.
Cruzamos el Puente de Las Monjas y atrás dejamos el Portal de Cabra. En este lugar encontramos las primeras marcas del GR_8, sendero que nos guiará a la Ermita de San Antonio (5 km). Conversando animadamente, ascendemos por la rocha del Barrio del Aliagarico, alguno se queda rezagado mientras fotografía las vistas del pueblo, una panorámica extraordinaria.

Continuamos por la pista asfaltada, hasta llegar a la carretera de Mora-Cabra, atrás dejamos las masías: La Barrachineta y La Cera. Atravesamos la carretera, siguiendo las marcas del sendero, blanca y roja. La senda transcurre por la orilla del Barranco de las Casas, su caudal de aguas rojizas nos indica que la noche anterior llovió con cierta intensidad. Avanzamos por pequeñas artigas, donde la vegetación es muy variada, matorrales, plantas silvestres y medicinales predominan en este terreno.
Al lado izquierdo, la balsa de Tío Miguel “Ventica” con su pequeña fuente camuflada entre juncos, me recuerda cuando de niños íbamos a beber agua de camino a San Antonio; media cáscara de coco era nuestro vaso, su sabor especial, clara y fresca.
Unos metros más adelante, a nuestra derecha, hallamos la Caseta del Tío Juan Pedrín, construida a finales del siglo xx, él mismo fue ingeniero y constructor. Piedra mestiza y arcilla fueron algunos de sus materiales. Su bóveda, sin viga alguna, sostiene todo su peso en la única pared principal, a pesar de los años ha resistido al tiempo perfectamente preservando su estructura de forma redonda, una belleza sin igual.
Juan Pedrín, fue un hombre moderno para aquella época, buscador de plata y otros metales, soñador y aventurero a la vez. Con su incansable paciencia encontró varios yacimientos de plata. De forma manual y con herramientas sencillas de aquellos años realizó las perforaciones. Se le reconocía con un sombrero de tres puntas, sombrero que le protegía de los golpes en el interior de la mina, un sistema de ingeniería perfecto.
El barranco cada vez es más abrupto, las canteras lo van cerrando, el bosque  es abundante y extenso, predomina el pino silvestre (Pinus Pinaster), también importantes ejemplares de sabinas, encinas  y enebrales.
En el cauce encontramos un dique de contención. A nuestra derecha La Cueva de Las Brujas, una pequeña oquedad en la cantera forma un sutil retiro para cobijarse de las inclemencias del tiempo. De niños, la parada en este lugar era reglamentaria, aportaba muchas historias mágicas de brujas, hechizos y escobas, para luego soñar en las noches de luna llena.
La senda termina y nos lleva a la pista principal. A la izquierda la masía La Casa Blanca. El valle se abre y campos de cereales decoran el paisaje, rico en trigo, avena y cebada. Al fondo la masía de La Parra.
El sendero nos acerca hasta la Masía del Palomar. Las primeras goticas empiezan a caer, nos refugiamos en el porche de la masada y aprovechamos para almorzar, un buen trago de vino dará calor a esta mañana fresca y lluviosa. Media hora después nos incorporamos al camino, chubasqueros y paraguas salen de las mochilas para dar color a esta mañana gris pero hermosa. Los aromas se potencian, el olor a tierra mojada y las hierbas aromáticas aumentan las sensaciones.
De lejos se aprecia el campanico de la Ermita de San Antonio, a la derecha La Casa Nueva. El Santo en su altar, sólo nos ve pasar, la lluvia se va animando y no tenemos tiempo ni para rezarle un Padrenuestro. Las ovejas se oyen balar y algún perro alerta de nuestros pasos.
Llegamos a una bifurcación. El GR-8 continúa a la derecha, dirección a Las Olmedillas y Alcalá de La Selva, nosotros continuaremos por el camino de la izquierda, PRTE-27, sendero de pequeño recorrido.
El camino transcurre entre campos de cultivo, a la derecha se aprecia una bonita vista de la Masía del Campillo y La Tormeda. Llegamos a un cruce que nos hace girar a la derecha. Alcanzamos una senda y descendemos por el Barranco de La Tormeda. Una encina centenaria encamina nuestros pasos hasta llegar a la Masía de La Carrasca, donde podremos observar varios muros con piedras colocadas de forma artística y original. Tras pasar la Masía del Barranco Hondo, ya derruida, nos adentramos en un pinar muy extenso donde predomina el pino rodeno. Siguiendo la senda durante unos 30 minutos, llegamos a Cabra de Mora. En la Ermita de Loreto descansamos y hacemos una foto de grupo. Esta Ermita fue construida hacia el 1.630, de una sola nave y de estilo Barroco.
Además de disfrutar de la Naturaleza, también tenemos visita cultural, dos buenos amigos de Cabra nos esperan en la puerta de la Iglesia de San Miguel. Entramos en su interior, rompemos el silencio con el sonido  de los paraguas, bastones y mochilas. Esta construcción es de comienzos del siglo XVlll y de estilo Clásico, observamos pinturas Dieciochescas y el retablo Mayor que destaca por su decoración Rococó. A la derecha una puerta nos lleva al jardín por donde accederemos a la Ermita donde se halla la Escala Santa, construida en el 1.730 a semejanza de la Escala Santa de Roma. Subir de rodillas los 28 escalones de mármol negro, representan La Pasión de Cristo y de esta manera se obtiene el privilegio del Jubileo.
Es mediodía, nuestra visita al templo finaliza y los 13 km del recorrido también. La lluvia nos ha acompañado durante el trayecto, sin evitar que disfrutásemos de los matices que nos ofrece esta singular Sierra de Gúdar, de un bosque rico, con sus aromas y colores, de un gran valor ecológico.
                                                                          
                                                                              Pili Ventura Catalán
Mi agradecimiento a Joaquín Ventura Pérez, mi padre.

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