Entre Valbona, Cabra y Mora
Otro domingo más nos reunimos en la Fuente de la iglesia para compartir lo que nos gusta; caminar por sendas, caminos y barrancos, disfrutar de la Naturaleza.
9 horas de la mañana, 6 grados de temperatura y 20
montañeros, una buena ecuación para comenzar el día.
Las campanas de la torre nos marcan el paso subiendo la rocha
de La Cuba, pocos son los vecinos que encontramos en el barrio. La mañana es
fría, no hace viento y el sol va
animando con sus rayos.
Dejamos el asfalto y ascendemos por un camino que nos lleva a
la ermita de Santa Bárbara, los mayores lo conocen como El Calarizo de Sta
Bárbara. Antiguamente existían varias
caleras en esta zona dada la abundancia de la piedra de “calar”, piedra caliza.
Esta piedra mediante un proceso de cocción y de forma artesanal, se transformaba en cal, sustancia blanca,
alcalina, utilizada para enjalbegar las fachadas de las casas, desinfectar y
para material de obra.
Ahora solo quedan los restos de estas caleras, a principios
del siglo XX su utilización fue importante y suponía un pequeño incremento económico
para más de una familia.
Desde la ermita se contempla una vista de Mora y alrededores, espectacular, esta pequeña iglesia sufrió un gran deterioro durante la guerra civil, los que la conocen dicen que nunca se terminó de construir.
Por una sendica nos dirigimos a La Peña del Agua, pequeñas
artigas de almendros y carrascas, arbustos, pinos, matorrales, tomillos,
aliagas, manzanilla, espliego, té de roca, son algunas de las variedades que predominan
en este paisaje.
A nuestra derecha el emblemático monte del Morrón, su vértice geodésico 1274m.Testigo presencial de los enfrentamientos de la Guerra Civil de 1936.
El Rull a nuestra izquierda y por el Colladico del Morrón nos
acercamos al barrio de las Barrachinas, hace unos años unas catorce familias habitaron
este hermoso paraje.
Una familia de Formiche Bajo vivió en este barrio y creó su
propia industria; una Tejería.
La tierra la extraían de unos bancales cercanos al barrio, “Tierra Teja”. Tierra arcillosa, materia prima principal para la elaboración de las tejas, por su resistencia y color. Al lado de la tejería, en una era, hacían un montón grande con esta tierra, un hoyo en el medio y echaban abundante agua hasta conseguir una pasta homogénea y seguidamente la confección de las tejas. Con unos moldes les daban la forma, las dejaban secar en la era y luego las cocían en el horno donde finalizaba el proceso.
La tierra la extraían de unos bancales cercanos al barrio, “Tierra Teja”. Tierra arcillosa, materia prima principal para la elaboración de las tejas, por su resistencia y color. Al lado de la tejería, en una era, hacían un montón grande con esta tierra, un hoyo en el medio y echaban abundante agua hasta conseguir una pasta homogénea y seguidamente la confección de las tejas. Con unos moldes les daban la forma, las dejaban secar en la era y luego las cocían en el horno donde finalizaba el proceso.
Los niños disfrutaban de ver este trabajo artesano e incluso les dejaban participar en alguna de las tareas. A las gallinas y gatos había que vigilarles. Su objetivo; dejar la huella dactilar en las tejas recién hechas.
Esta industria familiar, abastecía de su producto a Mora y
pueblos cercanos. Con caballerías, carros y serones llegaban a las Barrachinas
a por tejas para luego terminar en los tejados de casas, corrales y masadas.
En este barrio como en tantos otros de Mora, se celebraban los Bureos, en las Barrachinas se realizaban para La Purísima, Navidad, Carnaval y La Candelaria.
Una jota que solían cantar y bailar:
A la Cumbre fui a por
lumbre
Al Carramacho a guisar,
Al Morrón a por tocino
Y a las Hiladas a
hilar.
(Francisco Gómez)
Los niños iban andando a la escuela por el camino de Sta Bárbara hasta Mora, la línea de bus Cabra-Mora no existía todavía. Algunos asistieron a la escuela del barrio del Campillo, con Don Eladio de maestro.
En la fuente de las Barrachinas hacemos una parada, bebemos
agua, muy fresca por cierto y rellenamos las cantimploras. No muy lejos del
barrio acampamos y nos disponemos a almorzar.
Continuamos el camino y nos dirigimos a la masía del Peñés,
término de Valbona, a nuestra derecha el río de Cabra y el Molino de Las
Alcafas. En el Peñés tenemos compañía, las ovejas en el corral y los perros
alertando de nuestra presencia.
Una vereda empedrada nos acerca al camino que une Valbona y Cabra de Mora. Nuestro objetivo
encontrar la Fuente del Cura, una sendica muy marcada nos da la pista de su
ubicación. Rica en minerales, hierro, su color anaranjado ya lo indica, tiene
un sabor fuerte pero sus propiedades son importantes.
Sin abandonar la pista, seguimos caminando al lado de un
frondoso barranco, el valle se abre y contemplamos la masada Fuente del
Rebollo, la fuente sin agua a su lado, grandes extensiones de campo se aprecian
recién labradas. Una antigua senda ya deteriorada por el paso del tiempo, une la
Fuente del Rebollo con el barrio del Rull y el Morrón.
Regresamos por el mismo lugar, unos diez minutos, para
ascender por el barranco de las Hiladas, pinos, matorrales y algún zarzal que
se engancha en las fibras de nuestras camisetas. El barranco es precioso,
abrupto, al natural, es entretenido, el río lo cruzamos varias veces y algún
pino caído tenemos que esquivar.
Cerca de Las Hiladas, se halla la nueva pista forestal que realizaron
hace dos años, sirve de enlace entre el Morrón y la zona de Las Hiladas.
Comienza el ascenso, son las horas del mediodía y las botas pesan un poco más.
Todas las cimas tienen su recompensa, la vista desde arriba vale la pena
descubrirla, entre los pinos se puede contemplar el embalse de Valbona. En
estos lugares predomina el pino Rodeno, también se puede apreciar algo de pino
Carrasco.
Descendemos el monte y nos acercamos al Rull, para descansar y sacar las fiambreras; son las 15:00 horas y el cuerpo pide hidratos de carbono, proteínas y H20.
El Rull, precioso barrio de masadas, ahora ya en ruinas, en el pasado unas cuatro familias habitaron este lugar. Un pozo de agua potable les abastecía, dada la abundancia del caudal sobresalía el agua del pozo y se aprovechaba para las caballerías, ovejas y vacas. Actualmente aún conserva bien su estructura, el agua en cambio se ha agotado.
De guardaespaldas del barrio, se halla la Cumbre del Rull, 1.196 m, también se denomina, El Peñascal.
Acampamos en la era, en semi-círculo, la conversación es
amena y como en todas excursiones nos divertimos, Ramón nos hace reír con sus
gestos y expresiones.
Las 16:00 horas, mochilas al hombro y continuar camino, entre
La Peña del Agua y El Coso, accedemos
por una senda pedregosa que nos lleva a los Pinos del Tío Constantino; pinos
Piñoneros, de niños los visitábamos muchas veces para saborear ricos piñones.
Es fácil en estos caminos encontrar entre tantas piedras,
Fósiles. Predominan pequeñas caracolas, orejas, erizos y amonitas. Aunque las
piedras no hay que moverlas demasiado, los alacranes se cobijan debajo de ellas
y defienden su territorio con sus aguijones.
De nuevo nos hallamos en el barrio de La Cuba, es pronto para
terminar la excursión, relajamos piernas de camino al barrio del Aliagarico.
Bajando la rocha, a nuestra izquierda el antiguo lavadero ¡Cuántas canastas de ropa habrá lavado mi madre
en él cuando éramos pequeños! Está restaurado y las vistas de Mora desde
este lugar son incomparables.
Atravesamos el Puente de las Monjas y el Portal de Cabra, por
las escalericas a la plaza de la Iglesia. La temperatura es tan agradable que
la San Miguel nos la tomamos en terraza.
Aquí termina nuestra excursión de 21 km ¿Cuándo es la
próxima? El 16 de febrero ¿A qué lugar? Al barrio de Los Salabrosos.
Hasta pronto.
Mi agradecimiento a:
Asunción Ros y Elvira Catalán
A.D Club de Montaña Peñarroya
Colaboración en el libro de Fiestas de San Miguel 2014
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